martes, 30 de abril de 2019

Lectura pública






El pasado domingo 28 de Abril nos citamos en la Plaza de la Ranchería de Portugalete para una lectura pública y compartida. De este modo terminamos una semana dedicada a los libros, a la literatura, que había empezado con el día del libro, el 23 de abril. Creemos que la lectura no ha de ser algo individual y solitario, sino que puede ser un acto compartido, en el que cada cual aporte aquellos textos que le hayan interesado, complacido o emocionado. No es la primera vez que lo convocamos en un espacio abierto, por supuesto tampoco la última.











Porque resulta siempre bastante gratificante reunirnos para poder compartir las lecturas elegidas que se vuelven un regalo para nuestros acompañantes. Disfrutamos además de un día soleado y agradable, ya de primavera, lo que permitía que el mediodía resultara todavía más grato. Se nos unieron a escuchar muchos de los paseantes por la parte vieja de la villa, también quien se sentaba en la terraza de La Perdiz.













Se leyeron textos variados y de géneros diferentes, trozos de novelas o relatos breves, poemas, teatro e incluso párrafos de ensayos. Hubo quien acudió a autores conocidos, Vázquez Montalbán, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Eduardo Galeano o Lorca, entre otros, o a obras propias. De este modo continuamos con esta primavera literaria que iniciamos el 6 de Abril con el paseo por el Parque Ellacuría y que terminaremos en junio con la IIª Feria del Libro de Portugalete y las conferencias paralelas.









miércoles, 10 de abril de 2019

Recorrido botánico y literario: Parque de Ellacuría


No hay duda de que literatura y naturaleza caminan de la mano desde el inicio de la humanidad, con los primeros balbuceos con que la gente intentaba comprender lo que les rodeaba. Nuestra sociedad, tan desarrollada y tecnológica, ha cometido el pecado de pretender alejarse de la naturaleza con la falsa idea de que el desarrollo industrial y tecnológico iba a suplir lo que nos perdíamos al abandonar ese contacto y encerrarnos entre tanto cemento. En la Margen Izquierda hemos conocido bastante este alejamiento. Por fortuna, la llegada anual de la primavera nos recuerda que no es tan fácil distanciarse de la naturaleza, no es sano ni conveniente, y la literatura nos señala lo que intuíamos.

De allí que en Cómplices Literarios decidiéramos retomar ese contacto con lo natural, reestableciendo en primer lugar ese vínculo entre literatura y naturaleza. Y lo hiciéramos en esos resquicios que poco a poco vamos ganando al cemento. El pasado 6 de abril, sábado, nos reunimos otra vez, inicio de la primavera, para pasear por el parque Ellacuria, ese pequeño espacio tras la Iglesia de San Ignacio de Loyola y la UNED y de la mano de Joseba Martínez pudimos saber de los árboles que tal vez hayamos visto de vez en cuando, de soslayo, pero que pocas veces nos hemos detenido a observarlos de verdad. Y mucho menos con un poema que los describiese.

El espacio de ese parque es especial, además de idóneo. Nos lo cuenta el propio Joseba: los dos edificios de la UNED fueron en su momento de los jesuitas, viajeros y curiosos, que trajeron las semillas de árboles lejanos y los sembraron entre nosotros, gracias a lo cual podemos hoy disfrutar de especies lejanas que se nos han convertido en habituales, gracias a esa presencia suya, tan silenciosa y amable. Algunos de nosotros habíamos cruzado o paseado por ese parque, nos habíamos instalado en alguno de sus bancos para leer o hablar o simplemente descansar, sin saber que nos rodeaban árboles de tan variados orígenes.

Antes de entrar en materia, la de los árboles, sus características y los poemas que los ensalzaban, cupo un breve recuerdo a Ignacio Ellacuría, portugalujo, que hace treinta años fue asesinado tras una vida entregada a la defensa de los más desfavorecidos y de los derechos humanos. Ni qué decir tiene que defender la naturaleza pasa sobre todo por defender la dignidad humana, y ambas defensas siguen siendo, por desgracia, fundamentales todavía hoy.

Tras el homenaje, nos detuvimos ante varios árboles, un pino, un laurel, un magnolio, un aguacatero, varios cedros, un níspero y un platanero que nos sugirieron otros lugares y otros tiempos, nos recordaron textos antiguos y modernos, nos asomaron a una dimensión tan ligada a otros espacios y a otros tiempos, todo ello sin salir del parque Ellacuría, sin habernos dado cuenta de que este lugar no sólo asoma a esa bahía que no por haberla visto una y mil veces deja de maravillarnos, sino a más mundos que están en este, dicho esto sin ánimo de parecer un anuncio de esos tan sensibleros.

Estuvimos juntos poco más de una hora, tiempo que nos pareció corto y que nos supo a poco, que nos ayudó a romper con la rutina, pero sobre todo nos permitió descubrir un rincón de Portugalete por el que pasamos a menudo. Joseba nos enseñó a mirar a nuestro alrededor y juntos recordamos también que la literatura no es sólo un acto individual, sino que es un acto colectivo. Y hasta el clima, tan lluvioso estos días, hizo un alto, nos brindó una tregua para que nuestro paseo fuera inolvidable.